Queríamos mostrar, en 60 segundos, un poco de lo que conlleva la fabricación de un par de guantes.

En un nivel se trata de un gran material y de la aplicación de habilidad y maquinaria especializada en un proceso que se repite una y otra vez a lo largo de cada día. Pero, de hecho, hay mucho más que eso y mucho de ello tiene que ver con lo que separa la artesanía de la fabricación.

No carece de emoción. Hay algo en el sonido de unas buenas tijeras atravesando la tela, el chasquido de una bobina volviendo a casa, la hipnótica calidad de un hábil trabajo de aguja que habla de confianza. La tensión aumenta cuando la máquina de ojales Pfaff, construida en Alemania en 1955, repiquetea en su rutina. Hay alivio cuando la cuchilla produce, como debe ser, un corte corto y afilado en el momento preciso.

Las máquinas parlotean y todo va bien; estamos en la rutina. Hay repetición, pero nada es rutina: cada par es especial y alguien le pondrá su nombre.